Este libro, The Teenage Marketplace (1975), trata de la degradación de las mujeres y de la explotación de los jóvenes que ha sido pasada por alto, cuando no animada activamente por los adultos, en la sociedad británica de los años 1962-1974, explica el director de la Westminster School.
Es un resumen de experiencias personales y una expresión de ira de dos adolescentes, Nicola Brooks y Anne-Louise Verteuil, que escriben con pasión y con convicción pensando que ellas y sus coetáneas han sido explotadas en el mercado de adolescentes que provee falsos valores, emociones fáciles y relaciones poco profundas. La edición en español está en Bruguera, Barcelona, 1977, con traducción de J. L. Hernández.
“Otra vez me salía de mis casillas -escribe Nicola Brooks- cuando mis padres me aleccionaban sobre tener algunas normas morales según las que vivir. No podía entender qué normas morales. ¿Eran las normas morales de los calientes Lores que se largaban en secreto para tumbar prostitutas y tomar drogas? ¿O las normas morales de la intervención en Watergate? ¿O estaban hablando de las normas morales que leía siempre en la prensa o veía en la televisión: violencia, pornografía, trampas? ¿Tal vez eran las normas morales de los lujosos internados con strip-tease en el dormitorio, chicos haciendo cola en el sendero, pequeños paquistaníes y otros con su droga, sucios libros y revistas para chicas que trataban el sexo como si fuera una nueva invención? ¿O eran los valores de saber cómo comportarse correctamente en un cóctel, las excusas correctas, la cantidad correcta de esnobismo, el falso tono dulce para hablar por teléfono, la enfermante hipocresía; saber llegar tarde para mostrar que no estás babeando por ir, haber visitado casas mayores, gente más importante; el correcto tono de voz para decir qué contento estás de ver a alguien a quien desprecias?”
En un pueblo de Málaga, Anne-Louis de Verteuil nota una gran diferencia. Pronto se da cuenta de que había algo distinto en los niños y jóvenes de su edad, especialmente en las chicas. Se da cuenta después de compararlas con las chicas que ella había conocido y con las chicas extranjeras de los grupos “hippies” instalados por la playa. Las chicas inglesas, canadienses, estadounidenses que había conocido parecían haberse vuelto mujercitas entendidas sin pasar por la infancia. “Estas chicas españolas no habían sido expoliadas del alegre periodo de sus vidas mientras se hacen mujeres por amor libre o pornografía, el mercado de los adolescentes.”
“Yo, Nicola Brooks, quedé helada en un festival pop viendo a esos hippies simplones como corderos fácilmente engañados. Lo suyo es una enfermedad y no un tipo de sociedad revolucionaria alternativa. (…) Aborrecemos a esos adultos que corrompen y degradan nuestros cuerpos para obtener beneficio y a esos que se encogen de hombros apáticamente cuando lo mencionamos. Detestamos a esos adultos que se están haciendo ricos despiadadamente a base de arruinarnos con las drogas, a los fabricantes de anticonceptivos que propagan sus productos, a los mercaderes de pornografía, a los anunciantes que explotan el cuerpo de la mujer, a esos que sin corazón nos atraen al mercado de los adolescentes, vendiéndonos a bajo precio, indiferentes al holocausto.”
Es un resumen de experiencias personales y una expresión de ira de dos adolescentes, Nicola Brooks y Anne-Louise Verteuil, que escriben con pasión y con convicción pensando que ellas y sus coetáneas han sido explotadas en el mercado de adolescentes que provee falsos valores, emociones fáciles y relaciones poco profundas. La edición en español está en Bruguera, Barcelona, 1977, con traducción de J. L. Hernández.
“Otra vez me salía de mis casillas -escribe Nicola Brooks- cuando mis padres me aleccionaban sobre tener algunas normas morales según las que vivir. No podía entender qué normas morales. ¿Eran las normas morales de los calientes Lores que se largaban en secreto para tumbar prostitutas y tomar drogas? ¿O las normas morales de la intervención en Watergate? ¿O estaban hablando de las normas morales que leía siempre en la prensa o veía en la televisión: violencia, pornografía, trampas? ¿Tal vez eran las normas morales de los lujosos internados con strip-tease en el dormitorio, chicos haciendo cola en el sendero, pequeños paquistaníes y otros con su droga, sucios libros y revistas para chicas que trataban el sexo como si fuera una nueva invención? ¿O eran los valores de saber cómo comportarse correctamente en un cóctel, las excusas correctas, la cantidad correcta de esnobismo, el falso tono dulce para hablar por teléfono, la enfermante hipocresía; saber llegar tarde para mostrar que no estás babeando por ir, haber visitado casas mayores, gente más importante; el correcto tono de voz para decir qué contento estás de ver a alguien a quien desprecias?”
Charles de Verteuil escribe a su hermana: había un poster que reproducía la pintura de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina de Dios creando a Adán y poniéndole unos pantalones tejanos "Levi's". Y cree que "algunos de esos malditos y estúpidos adultos se equivocan con nosotros. (...) Cuatro amigos míos, todos ingleses y sin preocupaciones religiosas, y yo hemos prometido no comprarnos unos "Levi's" nunca más."
Anne-Louis Verteuil escribe párrafos como “Me pregunto cuántos adultos se dan cuenta de que Dios ocupa mucho tiempo del nuestro, del de los adolescentes. Muchos de nosotros pensamos secretamente en Él, estamos inquietos Él, consideramos la horrorosa cuestión de que algún día moriremos y nos preguntamos por cosas como el cielo y el infierno. “God” (Dios) es una palabra de tres letras que actualmente es más difícil de pronunciarla en voz alta que una de cuatro. Simplemente no se menciona a Dios en una reunión de jóvenes; provoca desazón. Pero os dejáis engañar por la apariencia. Por las noches, cuando está oscuro y solitario, un montón de nosotros piensa secretamente en Él.”
“En Norteamérica están enfermos, cualquiera que haya vivido allí y se haya marchado y luego haya mirado atrás puede darse cuenta. Esta verdad me impactó cuando viví en un menesteroso poblado de pescadores en España. E Inglaterra tiene una enorme cantidad del mismo virus norteamericano, pero parece que no hay nadie que quiera curarlo.”
Anne-Louis Verteuil escribe párrafos como “Me pregunto cuántos adultos se dan cuenta de que Dios ocupa mucho tiempo del nuestro, del de los adolescentes. Muchos de nosotros pensamos secretamente en Él, estamos inquietos Él, consideramos la horrorosa cuestión de que algún día moriremos y nos preguntamos por cosas como el cielo y el infierno. “God” (Dios) es una palabra de tres letras que actualmente es más difícil de pronunciarla en voz alta que una de cuatro. Simplemente no se menciona a Dios en una reunión de jóvenes; provoca desazón. Pero os dejáis engañar por la apariencia. Por las noches, cuando está oscuro y solitario, un montón de nosotros piensa secretamente en Él.”
“En Norteamérica están enfermos, cualquiera que haya vivido allí y se haya marchado y luego haya mirado atrás puede darse cuenta. Esta verdad me impactó cuando viví en un menesteroso poblado de pescadores en España. E Inglaterra tiene una enorme cantidad del mismo virus norteamericano, pero parece que no hay nadie que quiera curarlo.”
En un pueblo de Málaga, Anne-Louis de Verteuil nota una gran diferencia. Pronto se da cuenta de que había algo distinto en los niños y jóvenes de su edad, especialmente en las chicas. Se da cuenta después de compararlas con las chicas que ella había conocido y con las chicas extranjeras de los grupos “hippies” instalados por la playa. Las chicas inglesas, canadienses, estadounidenses que había conocido parecían haberse vuelto mujercitas entendidas sin pasar por la infancia. “Estas chicas españolas no habían sido expoliadas del alegre periodo de sus vidas mientras se hacen mujeres por amor libre o pornografía, el mercado de los adolescentes.”
“Yo, Nicola Brooks, quedé helada en un festival pop viendo a esos hippies simplones como corderos fácilmente engañados. Lo suyo es una enfermedad y no un tipo de sociedad revolucionaria alternativa. (…) Aborrecemos a esos adultos que corrompen y degradan nuestros cuerpos para obtener beneficio y a esos que se encogen de hombros apáticamente cuando lo mencionamos. Detestamos a esos adultos que se están haciendo ricos despiadadamente a base de arruinarnos con las drogas, a los fabricantes de anticonceptivos que propagan sus productos, a los mercaderes de pornografía, a los anunciantes que explotan el cuerpo de la mujer, a esos que sin corazón nos atraen al mercado de los adolescentes, vendiéndonos a bajo precio, indiferentes al holocausto.”

