Bajo el dominio romano y en tiempos de los monarcas visigodos, se documenta su presencia en el litoral mediterráneo (Barcelona, Tarragona, Tortosa, Baleares, Orihuela, Elche), el valle del Guadalquivir, Granada, Toledo y Mérida. Los judíos se distinguían no por la raza, sino por su concepción religiosa, por sus creencias; en lo demás eran semejantes a los hispanorromanos.
Sin embargo, su situación cambió a raíz de la conversión del rey visigodo Recaredo al catolicismo (589). El rey Sisebuto (en el trono desde el 612) persiguió a los judíos en un intento de acabar con la disidencia religiosa que tenía visos de transformarse en disidencia social y política.
AL-ANDALUS
En estas condiciones, se comprende que los judíos recibieran a los invasores musulmanes del 711 como libertadores, tanto más cuanto los musulmanes consideraban que cristianos y judíos, por su condición monoteísta, por ser religiones del Libro, por compartir Patriarcas ancestrales, merecían un trato especial: se les toleraba e incluso se les garantizaba la seguridad personal.
En la España musulmana surgieron importantes comunidades judías en Granada, Jaén, Almería, Lucena, Sevilla, Tarragona, Barcelona, Zaragoza…
Hubo judíos que llegaron a ocupar cargos políticos de responsabilidad: por ejemplo, Hasday ben Saprut en tiempos de Abd-al-Rahman III (912-961) y Semuel ha-Naguid, quien hasta su muerte (1056) gobernó de hecho en el reino Zirí de Granada.
Los judíos andalusíes, que se consideraban descendientes de las más ilustres familias de Jerusalén, pensaron que era hora de independizarse del magisterio espiritual, jurídico, literario de Babilonia. Desarrollaron de forma autónoma la lingüística, los géneros literarios y los estudios bíblicos judíos. La mayoría hispanohebrea tenía el romance y el árabe como lenguas maternas. Para la Sinagoga quedaba como lengua sagrada la lengua hebrea.
Los últimos años del Califato de Córdoba y la época de los reinos de Taifas, hasta mediados del siglo XII, marcaron el momento de máximo esplendor para la comunidad hebrea de al-Andalus. El sabio Abraham ibn Ezra sirvió de puente para difundir por la España cristiana y por Europa los frutos abundantes de la cultura hispanohebrea, que había gozado ya de 200 años de esplendor.
En la Zaragoza de la primera mitad del siglo XI hubo un núcleo fecundo de literatos, poetas y pensadores, cuyo mayor representante fue Selomoh ibn Gabirol, conocido por los cristianos como Avicebrón.
Selomoh ibn Gabirol vivió en la época de desintegración del Califato de Córdoba, cuando murió Al-Mansur (1002), se asentaron los beréberes y se formaron los reinos de Taifas.
La corta vida de Selomoh ibn Gabirol, nacido en Málaga en el 1021, prolongada poco más de treinta años, no le impidió ser recordado (Al-Hazirí, Abraham Ben David, Abenezrá), tener buena fama entre los poetas y los sabios de su época, e influir en autores judíos y cristianos. Influyó en la filosofía y la literatura a través de autores como Bahya ibn Paquda, Yehuda ha-Leví, Yehuda al-Harizi. Posteriormente, fue rechazado por Maimónides, por Tomás de Aquino. Pero también aceptado por Duns Escoto, la escuela franciscana, Baruch Spinoza.
Escribió sus obras filosóficas y, en general, su obra en prosa en lengua árabe. Reservó el hebreo para lo más personal: la poesía, por su intimidad y por ser el hebreo lengua sagrada en que podía cifrar un mensaje cabalístico, como en su obra “Keter-Malkut”.
En Málaga se refugiaron temporalmente Semuel ha-Naguid ibn Nagrela, para quien Ibn Gabirol compuso algunos poemas elegíacos, y Aben Házam, con quien Ibn Gabirol entabló amistad. Semuel ha-Naguid volvió a Granada. Por su cultura y sus dotes de calígrafo entró en la corte zirí de Granada. Semuel fue el “nagid”, cabeza de las comunidades judías, y, a la vez, secretario y consejero de dos reyes, Habus y Badis.
TAIFA DE SARAQUSTA
Selomoh ibn Gabirol, con pocos años de edad, emigró a Zaragoza, donde eran protegidas las letras. Zaragoza, en tiempos de Ahmed I, era una de las ciudades más ricas de al-Andalus y con muchos habitantes judíos, con intelectuales salidos de Córdoba.
Los primeros judíos se asentaron en torno al teatro romano, por lo que su museo es hoy un buen lugar para conocer algo de la historia de este pueblo.
La Zaragoza de entonces, cabecera de la marca superior y luego capital de su propia taifa, alojó una de las comunidades judías más importantes de al-Andalus. Tenía la reputación de ser una ‘ciudad de sabios’ entre los judíos, pues en sus calles florecieron la teología, la ciencia, la poesía, la filosofía, la cábala y una escuela rabínica de gran renombre.
Durante los siglos X y XIII destacaron figuras como Yekutiel ibn Isaac, poeta que llegó a alcanzar la dignidad de gran visir; su discípulo el poeta y filósofo Solomo ibn Gabirol; Benveniste ibn Labi, mecenas; Yoná ibn Yanáh, médico y escritor; Abraham Abulafia, cabalista; Abraham ben Sem Tom Bibago, filósofo, traductor y comentarista de las obras de Aristóteles; el también poeta y filósofo Ibn Paquda; el médico y botánico Ibn Buqlaris; y el poeta Yehuda Ha-Levi.
En 1175 se documenta por primera vez la aljama de los judíos en la Zaragoza cristiana.
El barrio de los judíos estaba dentro del recinto urbano, pero quedaba aparte, aislado por un largo tramo del muro de piedra, siguiendo el Coso, y por un muro interior de ladrillo, desde la calle don Jaime hasta la plaza de la Magdalena, que le incomunicaba del casco urbano.
Los llamados Baños Judíos o Baños del Rey estaban situados justo enfrente de la fortaleza conocida como el Castillo de los Judíos. Ubicado en la esquina sureste del Coso y adosado a la muralla de piedra, tenía entre seis torres altas de piedra, una de ellas sobre la puerta de dicha fortaleza. La torre más grande y alta era la que estaba en la esquina del Coso frente a la plaza de san Miguel. La finalidad del castillo era proteger a los judíos y hacer de cárcel.
Las mikves o baños no eran baños públicos y ni mucho menos eran un lugar de encuentro social, sino el recinto en el que se llevaban a cabo los baños rituales de purificación que prescribe el judaísmo. Pequeños pozos construidos en el suelo en los que poder sumergirse por completo, y en los que el agua debía de tener siempre corriente y nunca podía estar estancada. Un ritual que simbolizaba un renacimiento, una renovación o un cambio de estatus.
La población judía creció en el siglo XII como consecuencia del influjo de refugiados que huían del fundamentalismo almohade.
El reinado de Jaime I vio el acceso de judíos zaragozanos a algunos de los puestos más altos del reino, como Jahudá de la Cavallería que fue baile de Zaragoza y auditor de los otros bailes del reino. Otros linajes judíos importantes de Zaragoza fueron los Alazar y los Alconstantiní.
A mediados del siglo XIII, debido al crecimiento secular de la comunidad, Jaime I permitió que los judíos se instalaran también en la zona contigua fuera de la muralla, en lo que se llamaría la judería nueva o de los callizos del Coso. La nueva judería se ubicaba entre El Coso y la plaza de san Miguel. La judería se comunicaba con la zona cristiana mediante seis puertas que se cerraban por la noche y durante la Semana Santa.La judería contaba con al menos ocho sinagogas, hospitales y centros de beneficencia, centros de enseñanza, posadas, baños públicos y rituales, hornos para cocer el pan cenceño (mazot), carnicerías, tabernas para la venta de vino judiego, una alcaicería o mercado de la judería y, fuera de la ciudad (en Miralbueno), un cementerio. De las ocho sinagogas que había originalmente en Zaragoza, no se conserva ninguna de ellas.
La Casa del Talmud (centro de enseñanza religiosa judía) se encontraba en los inmuebles que están delante del Seminario de San Carlos, entre ellos la casa palacio de los Morlanes. Allí estuvo ubicada la escuela primaria (heder), la secundaria y la madrasa o escuela rabínica para adultos que dependía de la Sinagoga Mayor. Tras la expulsión de los judíos en 1492, la casa fue comprada por el notario Domingo Salabert, que tras derribar la escuela talmúdica inició la construcción de su palacio en el año 1500.
La alcaicería o mercado de la judería se localizaba en el sector de la plaza donde confluye la Calle Verónica con Pedro Joaquín Soler. Frente al mercado estaba la antigua puerta de San Lorenzo.
La plaza de San Carlos era el epicentro de la cultura hebrea en Zaragoza y la zona donde los rabinos y las familias judías adineradas solían vivir. En frente de la plaza de San Carlos -al otro lado del Coso – se encontraba una hilera de casas donde vivían judíos. A mitad de la hilera de casas se encontraba la única posada de la judería. Los judíos forasteros se hospedaban en ella cuando venían a visitar a sus parientes o ultimar sus negocios.
La envidia y la burla le hicieron difícil la existencia al poeta. Quedó huérfano a edad temprana, y tuvo que valerse de mecenas para subsistir. Sobre el 1045 se fue de Zaragoza, posiblemente por las envidias que suscitaba entre los pseudopoetas que suelen rodear a los mecenas. Selomoh ibn Gabirol fue poeta precoz que se enfrentó con los de su generación; conocía su propia valía y no se doblegaba.
GHARNATAH AL-YAHUD
Cuando salió de Zaragoza, se dirigió a Granada, donde su relación con Semuel ha-Naguid ibn Nagrela fue fluctuante, llena de altibajos, lo que no impidió que le dedicara poemas de admiración. Aunque buscaba amistad, encontraba soledad. Pero buscó refugio en el Ser Supremo, su “Roca”. La fecha de su muerte es incierta, se localiza en Valencia entre 1053 y 1058.
OBRAS
Cuando tenía 19 o 20 años redactó una gramática, “Anaq” (‘El collar’), de la que se conservan pocos versos, una cuarta parte, y ya manifestó el valor intrínseco de la lengua hebrea.
Se le atribuye, sin argumentos seguros, la redacción de una colección de máximas, “Selección de perlas”, en árabe (1045). Se inicia con un capítulo dedicado a la sabiduría, y casi todos los capítulos se introducen con las palabras “dijo el sabio…”. La búsqueda de la sabiduría ocupa un lugar preponderante en toda la producción de Selomoh ibn Gabirol. Él diferencia entre el saber como conocimiento intelectual y la “sabiduría del corazón” (verdadera). La sabiduría que no se expresa en actos no es tal. Para que se exprese en actos es importante la disciplina moral.
Hacia la misma fecha se sitúa su tratado práctico de educación, “Corrección de caracteres”, con una perspectiva racional, psicológica y fisiológica, acerca de los 20 tipos fundamentales. Sus deducciones éticas son confirmadas con citas de la Escritura.
Escribió una obra metafísica, “Fuente de la Vida”, con una visión neoplatónica del Universo, según la cual expresa que la “emanación” y la “creación” no se contraponen, sino que se complementan; estas son ideas de Plotino y de la escuela de Alejandría. El libro está compuesto como diálogo entre maestro y discípulo. El original árabe del libro se perdió, pero esta obra se conoció (y se difundió entre los cristianos) por haberse traducido al latín (“Fons Vitae”) en la Escuela de Traductores de Toledo en la segunda mitad del siglo XII y por haberse conservado un extracto en versión hebrea. En esta obra el autor afirma: “lo que es más necesario conocer en cuanto conocimiento es conocerse a sí mismo, a fin de que de esa manera el hombre conozca claramente las cosas que están fuera de él, pues su esencia comprende todas las cosas y las penetra, y todas las cosas están sometidas a su poder.”
POESÍA
Los poetas hispanohebreos de su tiempo se dejaron impregnar por las formas métricas árabes, ya intentaban transformar las estructuras poéticas (con rimas internas, con estrofas y estribillo) y Selomoh ibn Gabirol está considerado el primer poeta que introdujo con regularidad en el hebreo los metros árabes y uno de los primeros, junto con Selomoh ha-Naguid, en utilizar la “moaxaja”. También utilizó el zéjel árabe, el pizmón hebraico, la “aryuza” (verso de rima interna) y destacó por crear nuevas palabras para la lengua hebrea.
A pesar de todo, los poetas hispanohebreos no abandonaron la técnica hebrea antigua del verso libre sin rima, y de versos de longitud desigual, donde prima el ritmo y el contenido sobre el patrón métrico (caso de la obra “Keter-Malkut”).
Perfiló Ibn Gabirol una poesía más convencional, de acuerdo con los modelos hispanoárabes, y otra más personal, donde con fuerza inusitada para su época expresó sus sentimientos y sus luchas íntimas, como en estos versos:
Ayer adquirí un poco de inteligencia
y el destino se apresuró a pedir su precio.
Mientras viva cabalgaré para adquirir inteligencia,
aunque el destino no quiera aparejar su montura.
No flaqueará mi corazón a causa de mi destino
sino que cumplirá su voto sin anularlo.
Realmente, Selomoh Ibn Gabirol es uno de los más grandes líricos de la Edad Media y merece un puesto de honor en la enseñanza de la Literatura universal.
Escribió sentidas elegías (por las muertes de su padre y de su mecenas, Yequtiel), así como poesía, incluso moaxajas, para ceremonias (“piyutim”, ‘salmos’), donde los versículos bíblicos eran repetidos por los fieles a modo de estribillo, poesía íntima, cordial, casi mística, para las sinagogas, en la que se hacía portavoz del sentir religioso de su pueblo. Introdujo diálogos dramáticos (por ejemplo, entre el alma y el cuerpo; entre Israel y Dios), temas cosmológicos, asuntos esotéricos, a veces adopta tintes nacionalistas (deseo de la pronta llegada del Mesías).
KETER-MALKUT
En su gran libro “Keter-Malkut” (título que debe traducirse correctamente como “La Corona-El Reino”) se condensa la unidad de su vida y de su conocimiento esotérico, expresa lo esencial de su pensamiento religioso y filosófico, e integra cábala, astrología y un alto sentido místico.
Este libro consta de una breve introducción y de 40 cantos en prosa rimada de estilo coránico: primero, alaba la grandeza de Dios y enumera sus atributos; en el canto octavo, por ejemplo, exclama el poeta:
Tú eres Dios, y todos los seres son tus siervos
y tus adoradores.
Y nada le falta a tu gloria
a pesar de aquellos que adoran a otros que a Ti;
pues son como ciegos
cuyo deseo sería seguir la vía real,
pero se apartan del camino.
Uno se ahoga en el pozo de la corrupción,
y otro cae en el abismo;
todos se imaginan haber cumplido su deseo.
Pero en vano se han cansado.
Mas tus siervos son clarividentes:
siguen un camino recto,
y no se apartan ni a derecha ni a izquierda
de la ruta,
hasta que han llegado al atrio de la morada real.
Después, en los cantos del centro del libro, describe los cuatro elementos y, con sus correlatos planetarios, las esferas de la Creación, los diez sephirotes o dimensiones espaciales del Cosmos, que constituyen el camino del Alma hasta encontrar a Dios; he aquí unos versos, los del canto 28, donde habla de espacios reservados por Dios para las Almas que se santifican y para las de los condenados:
¿Quién podrá descubrir tus arcanos?
Dispusiste en el Cielo habitaciones secretas
y lugares ocultos.
Cosas sorprendentes se cuentan al respecto,
y se citan cosas milagrosas.
Son receptáculos de vida
para las almas puras e inocentes,
son receptáculos de dicha
para aquellos que se arrepintieron de su pecado.
Son en fin receptáculos de fuego, de brasa y de azufre
para aquellos que han transgredido
el pacto de la alianza,
receptáculos: abismos profundos en donde el fuego
jamás se apaga,
en donde aquel que el Eterno condena caerá;
receptáculos de tormenta y torbellinos,
de heladas y de frío,
receptáculos de granizo y de hielo
y de sequedad y de nieve,
de calor también y derramamientos,
de torrentes,
de vapor, escarcha, nubes, nieblas,
de profunda oscuridad y de tinieblas.
Y todo ello preparado a su tiempo,
bien sea para castigo de la tierra,
bien para misericordia con aquel
que se santificó.
La parte “astrológica” se encuentra en el centro del poema, como si fuera el corazón, el vínculo entre Dios (tratado en la primera parte) y el hombre (tratado en tercer lugar).
Finalmente, en “Keter-Malkut”, sabiéndose el autor concupiscente y miserable, suplica el perdón de sus pecados y se hace partícipe del destierro, penitencia del pueblo de Israel, que clama por volver a Dios. El destierro se aprecia como trance de purificación, a través de los sephirotes, del Alma (Israel) para unirse con Dios. Pero no todos los poemas de Ibn Gabirol se pueden interpretar místicamente (Dios-Amado; Alma-Amante), sino que lo más patente es una referencia al pueblo judío como tal.
Lo más sorprendente es que la poesía medieval hispanoárabe e hispanohebrea apenas ocupa un lugar en los manuales de literatura española. El conocimiento que se da es incompleto, abstracto. ¿Cuántos estudiantes españoles han leído una casida clásica o modernista, o una “risala”, o un poema sinagogal, o un zéjel o una moaxaja completa con su jarcha romance, escritos en la España del medievo?
(publicado por José Enrique Salcedo Mendoza por primera vez en Blogger el día viernes, 1 de mayo de 2015)



